El sábado de mañana llegaron Bea, Bruno y Chipicuí con una bolsa llena de hombrecitos de tierra listos para ser plantados. Bruno nos contó que los deja crecer en su pequeño balcón y ahora quería compartirlos con nosotros. Dice que cuando el sombrero de los hombrecitos está listo se pone del color del sol cuando el sol nace, del mismo color de la nariz de los payasos, del mismo color del corazón cuando estás enamorado. Bueno, parece que cuando el sombrero está de ese color, el hombrecito te lo regala para que hagas una ensalada con azúcar o con miel, o para que lo pongas arriba de una torta con crema doble y dulce de leche.
Dice también que hay que plantarlos ahora, en el otoño, porque los hombrecitos en invierno duermen como osos debajo de la tierra y que en primavera empiezan a despertarse para hacer muchas fiestas vestidos con trajes a lunares y voladitos verdes.
Nosotros los sacamos de la bolsa y los pusimos en un recipiente anaranjado (que supo tener helado adentro), lo llenamos de tierra nutritiva y le dimos un nuevo hogar en la azotea más alta que tenemos los gatos, cerca de la casa del Tucho, donde se cuelga la ropa recién lavada y hay tantos pájaros que no te alcanzan los dedos de las manos para contarlos.
Ojalá que los hombrecitos sueñen hermosos sueños y cuando llegue la primavera nos regalen sus sombreros para que las panzas se nos pongan contentas y los corazones más.