Cartas, puentes y otros peces





Cara Carmina tiene los ojos más redondos que se han visto nunca, es nuestra niña con ojos de bicicleta.
Va por el mundo cosechando hilos, flores, telas, uvas y agujas con los que aprendió a bordar la primavera.
Cara Carmina tiene el pelo largo, tan largo que dura lo que duran diez torres juntas. A veces se lo enrosca alrededor de la cabeza, haciendo dos coquitos que parecen orejas.
Cara Carmina habla en muchos idiomas, dice "buenos días" en castellano, "buenas tardes" en francés, "buenas noches" en inglés y cuando duerme, sueña en el idioma de los gatos, "marramiau, marramamiau, miau".
Como vivimos lejos de Cara Carmina, (ella vive en el norte, bien al norte y nosotros vivimos en el sur, bien al sur), nos inventamos una manera de abrazarnos a la distancia, de tocarnos con las palabras que viajan adentro de un sobre con sellos postales.
El señor cartero llama a nuestra puerta y el corazón empieza a galopar. 
El ritual es placentero: mate caliente, ronda de ojos, cortapapeles para abrir con cuidado el sobre, aparición caprichosa de las mil y un maravillas que pueden caber adentro de una nuez de papel.
Es preciosa esta hebra invisible que nos une, que nos está creciendo desde el ombligo,  atravesando ríos, montañas y bosques.
Cuando por fin nos encontremos, corazón con corazón, el abrazo va a durar tantos kilómetros como la cola de un gato peludo, como el corazón de trapo de una pequeña muñequita mexicana. 


Para conocer más sobre esta preciosa señorita: