Las manos de María Wernicke son abejas que fabrican
miel.
Ella habla el idioma de las cosecheras.
Mientras habla, sus palabras dibujan casas invisibles
donde dan ganas de quedarse a vivir.
Junto a María se respira poesía.
Será que la trae en la sangre,
será que el tambor de las canciones de cuna
que la arrullaron era el tecleo de una Olivetti punzante.
Sus ojos son patria de témpera y cartón.
Poética de lo mínimo que echa raíces en lo profundo del
corazón.
María nos recibió en su hogar con aroma de guiso recién
hecho, un día de otoño, en el marco de la Feria Internacional del Libro de
Buenos Aires. Charla va, charla viene, la luna nos tomó por sorpresa. Volvimos
encantados, con los brazos llenos de libros y la cabeza llena de pájaros.
Gracias amiga María.
Gracias amiga María.