Una giganta baila redonda a orillas del río que parece mar.
La giganta es generosa, toma por sorpresa a niños, medianos y grandes
y los eleva adentro de su panza para que puedan descubrir el sombrero de los edificios,
las patas de los aviones, el punto exacto donde el horizonte, indeciso, se debate entre
ser mar o ser cielo.
Un domingo de noviembre nos reunimos a los pies de la giganta para cantarle una serenata, con ramillete de paraguas en las manos y ofrendas para que los vuelos sean cada vez más altos, cada vez más airosos.
Ella, agradecida, nos regaló su secreto mejor: la sombra del caballo que vive arriba de la calesita.
Foto: Fede Ruiz Santesteban
Foto: Alejandra Banchieri
Foto: Alejandra Banchieri
Foto: Dánisa Garderes
Foto: Santiago Codesido
Foto: Santiago Codesido
Foto: Dánisa Garderes
Foto: Doerthe Klaiberg
Foto: María José de Barros
Foto: Tania Samusenko
Foto: Tania Samusenko